Y ahora que…

Alguien me comentaba el otro día una experiencia personal que le había ocurrido en el lugar donde trabaja que para mí tiene una gran enseñanza sobre como los pequeños gestos pueden desencadenar un gran cambio en el interior de una persona.

Esta amiga (a la que llamaré a partir de ahora Alicia) me relató como un día hace ya algún tiempo había tenido un altercado con uno de sus superiores. Ella se había sentido atacada y no había podido replicar porque cada vez que lo hacía esta persona le subía el tono y amenazaba. Desde entonces cada vez que mi amiga veía o tenía que tratar con esta persona lo hacía desde el distanciamiento, la frialdad e incluso desde el rencor. Algo así como “voy a facilitarte todo lo que me pides porque es mi trabajo pero no vas a recibir nada mas de mí”

No se si te resuena esta postura pero a mí si y es bastante incómoda. Cuando a mi me pasa siento un distanciamiento de la calidez de mi corazón y aunque me salgo con la mía (la indiferencia hacia la persona) eso no me reporta ningún beneficio a nivel interno… hay lucha, dualidad, dolor, en fin un montón de sensaciones que de agradables, placenteras o realmente benéficas no tienen nada.

Pero siguiendo con el cuento de esta persona… hace unos meses la pareja de este jefe empezó a trabajar en el mismo área y empezó a tener, por el puesto que desarrolla Alicia, una relación diaria donde saludaban e incluso intercambiaban bromas.

De repente, un día, cerca de las fechas navideñas esta mujer se acercó a mi amiga y le dijo: “Toma este es un regalo de mi marido y mío por lo bien que te portas con nosotros” Alicia se quedó de piedra “¿Cómo reaccionar ante este gesto de amor que le ofrecía la persona con la que estaba enfrentada?” No tuvo duda, bajó las barreras y recogiendo el regalo le dio las gracias con un corazón rebosante de amor y sorpresa.

Alicia me dijo que pasado ese momento inicial lo que más le impactó fue como crea escenarios internos donde hay distanciamiento, ideas desvalorizantes y emociones desagradables sobre la otra persona para después, pasado mas o menos tiempo, debido al trabajo personal o regalos como este, tener que desmontarlas .

No siempre tenemos la fortuna de que un regalo nos impacte de tal forma que vuelque nuestro entendimiento y haga restablecer la cordura y salud de nuestra alma. En mi caso, ese es uno de los grandes beneficios de la práctica regular de meditación. Favorecer, a través del contacto con nuestras emociones y sentimientos, la sanación de nuestra alma y por lo tanto con nuestro mundo interno y con el mundo que nos rodea.

Hoy con el pensamiento de escribir en el blog esta nueva entrada me encontré con un texto del maestro Thich Nath Hanh de su libro La Paz está en tu interior que para mí tiene que ver con lo compartido. Que lo disfrutes y que en esta navidad estés muy atent@ para recibir todos los regalos que hay preparados para ti.

“A veces es difícil dejar nuestro doloroso pasado atrás para vivir libremente y a gusto entre las maravillas de la vida presente. La luna y las estrellas brillan espléndidas, las montañas y los ríos son deliciosos, las cuatro estaciones se nos revelan por turnos; pero algunas veces no podemos estar en contacto con todo esto. Nos sentimos más cómodos en el sótano de los recuerdos dolorosos.
La liberación significa, ante todo, romper con la prisión de nuestro pasado. Hemos de reunir el valor necesario para alejarnos de la rutina de nuestras viejas y conocidas costumbres y comodidades. Esas cosas no nos aportan verdadera felicidad, pero nos hemos acostumbrado a ellas hasta tal punto que pensamos que somos incapaces de abandonarlas. ¿Por qué siempre hemos de volver a nadar en el mismo viejo estanque, aunque esté embarrado, simplemente porque es “nuestro”? ¿Por qué privarnos del lago cristalino, del refrescante mar azul con una playa que se extiende hacia un nuevo horizonte? Las alegrías de la vida no son menos “nuestras”! Hemos de practicar la atención plena para no dejarnos arrastrar hacia el pasado, atrapados en el limoso y viejo estanque de dolor, la nostalgia y el arrepentimiento.
Sabemos que la mente puede presentar esa tendencia de paloma mensajera a regresar siempre a las viejas y conocidas trampas del dolor y la tristeza. La plena consciencia (el reconocimiento) nos ayuda a suprimir la costumbre de rememorar el pasado de forma constante. Debes decirte a ti mismo: “No, no quiero volver a eso. No quiero seguir arrullándome en la melancolía con esas viejas canciones”. En cuanto encendemos la lámpara de la atención plena correcta, la atención plena incorrecta se retira. Al encender la luz, la oscuridad se disipa.
La meditación incluye el cultivo de la consciencia de formaciones mentales como la ansiedad, la tristeza, el auto-compadecimiento, el resentimiento, etc. Si reconocemos y acogemos esas formaciones mentales cuando se presentan, ya no podrán arrastrarnos con ellas. Desaparecerán, algo más débiles que antes, y volverán a su estado original de semillas o imágenes en la “conciencia almacén”

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